RIO DE JANEIRO. La última y desastrosa operación policial del martes 28, que dejó un saldo de 132 personas muertas, se erige como un monumento al fracaso. Sin embargo, un análisis detallado revela que su desenlace no fue solo producto del azar o la mala suerte, sino la consecuencia previsible de una cadena de irresponsabilidades, improvisación y una agenda política que trasciende la mera seguridad pública.