Detrás del silencio cambiario se cocina una reedición del manual neoliberal: endeudamiento empresario en dólares, seguros de cambio, megacanje, devaluación y entrega. Como en 1982 y en 2001, la factura la pagará el pueblo.
La calma es apenas una tregua. Lo advirtió Horacio Rovelli: “la estabilidad cambiaria es una paz armada”. Lo que viene, dice el economista, combina las dos peores experiencias de la historia reciente: los seguros de cambio de 1982 y el megacanje de 2001. En ambos casos, los grandes grupos privados transfirieron sus deudas en dólares al Estado. Hoy el libreto es el mismo.
Las grandes empresas locales —Pampa Energía, Techint, Pluspetrol, Telecom, Edenor, entre otras— se endeudaron en moneda extranjera por más de 25 mil millones de dólares, según la Comisión Nacional de Valores. Endeudamiento para comprar activos, no para producir. Como en la dictadura, el próximo paso sería estatizar sus deudas a través de un nuevo esquema de “seguros de cambio”: pagan en pesos, se devalúa, y el costo final lo absorbe el Banco Central.
El segundo capítulo de la maniobra es el megacanje, casi calcado del que instrumentaron Domingo Cavallo y Federico Sturzenegger en 2001: postergar vencimientos a tasas usurarias, dolarizar títulos en pesos y cambiar la jurisdicción a Nueva York. La consecuencia es conocida: fuga de capitales, default social y pérdida de soberanía.
“Van a convertir toda la deuda en dólares y bajo ley extranjera —advierte Rovelli—. Lo llamarán ‘rescate’, pero será una rendición.” Según su análisis, tras el 26 de octubre se aplicaría una devaluación del 40%, presentada como “plan de estabilización”. En realidad, será la transferencia masiva de ingresos desde el trabajo hacia la renta concentrada.
El resultado no será un alivio, sino una nueva hipoteca. Detrás del “salvataje financiero internacional” anunciado por Caputo y bendecido por Trump y Bessent, se esconde la entrega de los recursos naturales argentinos: petróleo, gas, litio, agua. Lo que fue deuda se convertirá en despojo.
Frente a ese escenario, Rovelli rescata una chispa de esperanza: Axel Kicillof como figura de resistencia, “el único que sigue de pie, golpeado pero firme, en el medio del ring”. No como un mesías, sino como un dirigente con coraje político en un contexto donde casi nadie se atreve a resistir.
La historia vuelve a repetirse: Cavallo y Sturzenegger, endeudamiento y ajuste, promesas de salvataje y ruina asegurada. Pero también se repite la posibilidad de una respuesta popular. Porque si algo demostró la Argentina es que, incluso en los peores momentos, siempre hay un pueblo dispuesto a pelear por su destino.