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NOCHE DE LOS LÁPICES: LA MEMORIA DE LA JUVENTUD QUE NO SE OLVIDA

Publicado : 16/09/2025
(Review)

Hace 49 años, diez estudiantes secundarios de La Plata fueron secuestrados por la última dictadura cívico-militar-eclesiástica-empresarial. Seis fueron asesinados y cuatro sobrevivieron, dejando un legado de resistencia, compromiso y lucha por la educación pública que aún interpela a la Argentina contemporánea.

En la madrugada del 16 de septiembre de 1976, Claudio de Acha, María Clara Ciocchini, María Claudia Falcone, Francisco López Muntaner, Daniel A. Racero y Horacio Ungaro fueron secuestrados por grupos de tareas de la dictadura. Gustavo Calotti, Pablo Díaz, Patricia Miranda y Emilce Moler sobrevivieron al horror de los centros clandestinos de detención, pero nunca olvidaron los tormentos y la brutalidad del régimen. La CONADEP determinó que la policía bonaerense había planificado el operativo represivo contra los estudiantes que habían participado de la campaña por el boleto estudiantil, considerado “subversión en las escuelas”.

Los jóvenes eran parte de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) y otras agrupaciones de La Plata, que reclamaban por el boleto estudiantil en 1975. La dictadura vio en esos reclamos una amenaza al orden y decidió actuar con extrema violencia. Según los sobrevivientes, el objetivo no era solo castigar la lucha por un boleto: buscaban erradicar cualquier semillero de conciencia crítica en la juventud.

Las órdenes de detención fueron emitidas por el Batallón 601 del Servicio de Inteligencia del Ejército y contaban con las firmas del comisario general Alfredo Fernández y del coronel Ricardo Eugenio Campoamor. La ejecución estuvo a cargo de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, bajo la conducción del general Ramón Camps y Miguel Etchecolatz, utilizando vehículos del ejército para trasladar a los estudiantes a distintos centros clandestinos de detención, como el Pozo de Arana, el Pozo de Banfield y el Pozo de Quilmes.

El horror incluyó torturas sistemáticas. Tras una semana de cautiverio, el 23 de septiembre, los estudiantes fueron trasladados en camiones celulares; seis de ellos desaparecieron para siempre. Los sobrevivientes relataron cómo enfrentaron la brutalidad de los secuestros, los traslados y la violencia en cada uno de los centros clandestinos, dejando testimonio en juicios y en la sociedad, especialmente Pablo Díaz, quien en 1985 expuso el caso en el histórico Juicio a las Juntas.

Antes de los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, la impunidad reinaba: la Ley de Punto Final, la Ley de Obediencia Debida y los indultos de Menem aseguraban que los responsables quedaran libres. Fue solo gracias a la política de derechos humanos impulsada desde 2003 que se pudieron reabrir los juicios, condenar a muchos genocidas y consolidar la memoria histórica como un derecho colectivo.

Hoy, en un contexto donde el gobierno actual adopta posturas negacionistas y minimiza el terrorismo de Estado, la memoria de la Noche de los Lápices sigue siendo un acto de resistencia. Los ataques a la educación pública, a la Secretaría de Derechos Humanos y a los programas de memoria son intentos de borrar la historia y relativizar el genocidio. Pero la fuerza de los jóvenes secuestrados y de quienes los recuerdan no se puede silenciar.

La Noche de los Lápices no fue solo una represión al pedido de boleto estudiantil. Fue un ataque a la juventud que soñaba con una Argentina más justa, más democrática y solidaria. Cada nombre —Claudio de Acha, María Clara Ciocchini, María Claudia Falcone, Francisco López Muntaner, Daniel A. Racero, Horacio Ungaro, Gustavo Calotti, Pablo Díaz, Patricia Miranda y Emilce Moler— simboliza la resistencia y la valentía frente a la barbarie del terrorismo de Estado.

La memoria también se expresa en espacios concretos: la Plaza de los Lápices en Bahía Blanca, la Plaza Vera en La Plata, la escuela María Claudia Falcone en Palermo, y los murales y baldosa por la memoria que recuerdan a las víctimas en toda Argentina. Estos sitios funcionan como recordatorios vivos de los principios por los que lucharon y fueron asesinados.

Cada 16 de septiembre, la provincia de Buenos Aires y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires conmemoran el Día de los Derechos del Estudiante Secundario. La educación pública y los Centros de Estudiantes son espacios donde se transmite a las nuevas generaciones la importancia de la democracia, la memoria y los derechos humanos, garantizando que estos episodios nunca sean olvidados ni relativizados.

Por más que intenten borrar los avances logrados y alejar de la memoria a los 30.000 desaparecidos, no lo lograrán. Mantener viva la Noche de los Lápices es un acto de resistencia y compromiso: honrar a quienes fueron asesinados o desaparecidos significa defender la educación pública, los derechos humanos y la justicia, frente a cualquier intento de impunidad o relativización.

La lucha de estos jóvenes sigue viva. Su memoria es un llamado permanente a la militancia, la verdad y la justicia, y una advertencia a todos los que intentan negar o minimizar la historia. La Noche de los Lápices nos recuerda que la memoria no se negocia ni se olvida.