El Instituto de Estadística de los Trabajadores (IET) informó que la inflación de agosto fue del 1,6% mensual, acumulando un 33,2% interanual, el nivel más bajo desde diciembre de 2020. A pesar de la desaceleración, los ingresos reales continúan en caída, y el impacto varía según nivel de ingreso, género y ocupación.
Según el último informe del IET de la UMET y del Centro para la Concertación y el Desarrollo (CCD), la inflación mensual se desaceleró respecto al 2% registrado en julio. Durante los primeros ocho meses del año, la inflación acumulada es del 18,2%, proyectando una inflación anual de 28,5% si se mantiene el ritmo actual. La desaceleración se explica en parte por la reducción del ritmo de ajuste del tipo de cambio oficial y, sobre todo, por la menor resistencia salarial, señaló Fabián Amico, coordinador general del IET.
“El relevamiento muestra lo que parece ser una paradoja: la inflación se desacelera, pero los ingresos reales de la mayoría de la población no mejoran e incluso caen. El modelo del gobierno, apuntado a una estabilización a cualquier costo que incluye usar los salarios nominales como ancla de la desinflación, evidencia su fracaso. Se suponía que esta baja de la inflación legitimaría al gobierno electoralmente, pero los resultados son un doble fracaso”, analizó Nicolás Trotta, director del CCD y exministro de Educación.
Los rubros con mayores aumentos en agosto fueron Transporte (+4%), impulsado por vehículos cero kilómetro y combustibles; Bienes y servicios varios (+2,8%); y Bebidas alcohólicas y tabaco (+2,5%), asociados a subas en seguros, cigarrillos y naftas. En contraste, Alimentos y bebidas no alcohólicas subieron solo 0,8%, con incrementos puntuales en frutas y pan. Prendas de vestir y calzado (-0,4%) y alojamientos turísticos (-5,3%) registraron bajas por el fin de temporada.
El análisis del IET destaca diferencias según la situación laboral del jefe de hogar: la inflación fue más alta en asalariados registrados (1,68%) y no asalariados (1,66%), y más baja en asalariados informales (1,51%) y desocupados (1,48%), debido al mayor peso de los alimentos en sus consumos, que subieron por debajo del promedio. También se observaron variaciones por nivel de ingreso: los hogares de mayores ingresos (deciles 9 y 10) registraron aumentos del 1,73%, mientras que en los cuatro deciles más bajos fue inferior al 1,4%, producto de una inflación acotada en alimentos.
La inflación también mostró diferencias de género y tipo de hogar. Los hogares encabezados por varones enfrentaron mayor inflación (1,68%) que los liderados por mujeres (1,51%), por el impacto de las subas en transporte privado. Por su parte, los jubilados registraron 1,51% mensual, inferior al promedio gracias a menores incrementos en medicamentos. En términos de tenencia de vivienda, la inflación fue más alta en hogares con jefes inquilinos (1,64%) y similar en propietarios (1,62%), dado que los alquileres subieron en línea con el promedio.
Por rama de ocupación, los aumentos se concentraron en trabajadores de sectores de ingresos elevados y masculinizados: electricidad y gas (1,87%), petróleo y minería (1,87%), y transporte (1,8%), donde el transporte privado tiene un peso significativo. En contraste, trabajadores de servicios domésticos (1,41%) y hoteles y restaurantes (1,45%) experimentaron inflación más moderada. Desde noviembre de 2023, la tendencia muestra incrementos más altos en servicios profesionales y transporte, y menores en petróleo y minería.
Amico explicó que “la desaceleración de la inflación se debe en parte a la reducción del repase del tipo de cambio a precios y a la menor resistencia salarial. Cuando los salarios nominales no ajustan en línea con el impulso inflacionario del dólar, la inflación pierde fuerza, pero a costa de mantener los salarios reales estancados o en baja. Esto prepara un escenario delicado de recesión, y desde el 8 de septiembre se abre una nueva etapa cambiaria e inflacionaria que podría alterar esta dinámica”.
El informe del IET refleja que la desaceleración de la inflación no implica mejoras en el poder adquisitivo. Los hogares de mayores ingresos siguen sufriendo subas por bienes durables y transporte, mientras que los sectores populares enfrentan salarios reales estancados y presión constante sobre alimentos. La lectura general muestra que el modelo de “desinflación a cualquier costo” no ha generado alivio para los trabajadores y expone las limitaciones del actual esquema económico frente a la caída de ingresos reales y la posibilidad de recesión.