A 89 años de su nacimiento, recordamos a Rodolfo Ortega Peña, abogado, periodista, historiador y militante peronista de izquierda, asesinado por la Triple A en 1974. Su vida y su obra representan un ejemplo de compromiso con la justicia social, la memoria y los derechos humanos en la Argentina.
Rodolfo Ortega Peña nació el 12 de septiembre de 1936 en Buenos Aires. Desde joven combinó su formación jurídica con la militancia política y social. Se destacó como abogado de presos políticos y militantes perseguidos, defendiendo su derecho a un debido proceso en una etapa marcada por la represión estatal. También ejerció el periodismo y la escritura, participando en publicaciones políticas y siendo autor de investigaciones históricas centradas en la lucha de los sectores populares y la soberanía nacional. Su actividad profesional y su compromiso político lo convirtieron en una de las voces más influyentes del peronismo de izquierda en los años 60 y 70.
El 31 de julio de 1974, Ortega Peña fue asesinado en la vía pública por un grupo de la organización parapolicial de ultraderecha conocida como Triple A, que operaba con apoyo del aparato estatal durante el gobierno de Isabel Perón. En ese momento se desempeñaba como diputado nacional y director de la revista Militancia. Su muerte no solo fue un ataque a su persona, sino un mensaje de terror hacia todos los que defendían la justicia social, los derechos humanos y la democracia popular. El velatorio, realizado en la sede de la Federación Gráfica Bonaerense, fue reprimido por la policía y resultó en la detención de cientos de asistentes, reflejando la magnitud de la persecución política en el país.
Ortega Peña no fue solo víctima: fue un actor central de su tiempo, comprometido con la defensa de los derechos de los trabajadores, la educación popular y la memoria histórica. Sus escritos y su labor como abogado y legislador denunciaron la impunidad, la violencia institucional y la persecución política que marcaron la década de los 70. Su ejemplo atraviesa generaciones, recordando que la defensa de la justicia social y los derechos humanos exige convicción, ética y acción concreta.
Recordar a Ortega Peña hoy significa reafirmar la vigencia de la memoria frente a la impunidad, la defensa de una democracia que supere las desigualdades históricas y la importancia de la militancia como herramienta de transformación social. En tiempos donde los discursos negacionistas buscan relativizar la violencia estatal, su vida y su obra siguen siendo un faro ético y político que inspira a quienes luchan por una Argentina más justa, soberana y solidaria.