Daniel Santoro no pinta cuadros: levanta altares. Desde hace décadas, este artista plástico nacido en 1954 se convirtió en el retratista más singular del universo peronista. Sus telas funcionan como escenarios donde lo político, lo religioso y lo popular se cruzan en un mismo ritual estético.
Su recorrido comenzó en 1982, cuando ingresó al taller de escenografía del Teatro Colón. Esa experiencia resultó clave para su modo de concebir el arte como puesta en escena. Más tarde llegarían proyectos como Lecturas del Billiken o Los Arcanos Porteños, y un viaje a Singapur a fines de los ’80 para participar de la feria por el centenario de la independencia de ese país. Allí mostró tintas sobre el tango y la serie Gardel y los Samuráis, un éxito que lo proyectó en Oriente y consolidó una veta que combina lo local con lo universal.
Desde entonces, la teatralización de la política se volvió marca registrada de su obra. Santoro convoca en sus cuadros a fábricas humeantes, radios que transmiten la voz del Estado, construcciones monumentales, bustos de Perón y Evita, descamisados, gorilas y traidores, el golpe del ’55 y la sangre derramada. Todo ello convertido en una mitología plástica donde el peronismo aparece como religión, memoria y espectáculo.
En 2012 recibió el Diploma al Mérito de los Premios Konex en la disciplina Pintura, reconocimiento a una trayectoria que nunca se apartó de su compromiso estético y político.
Uno de sus trabajos más recordados es Un mundo peronista, surgido de tres Manuales del niño peronista que confeccionó y dibujó a mano. Allí desfilan Perón, Evita, las verdades peronistas, publicaciones oficiales, revistas partidarias y hasta un “lado siniestro” del movimiento, todo atravesado por ideogramas chinos y escritura visual.
Un ejemplo contundente es el cuadro La tercera posición: las manos cortadas de Perón aparecen como puntos de acupuntura vinculados a las 20 verdades peronistas, sobre un pedestal con los rótulos “Izquierda” y “Derecha”. Al fondo, edificios neoclásicos y bustos de Perón y Evita completan una escena que condensa el ideario justicialista en clave monumental.
Santoro pinta como quien levanta un escenario donde lo histórico se vuelve mito. Un creador que, lejos de la neutralidad, elige comprometer su obra con una lectura descarnada del tiempo político argentino. En sus cuadros, el peronismo no es solamente un movimiento: es un universo entero.