La presidenta honoraria de Abuelas de Plaza de Mayo falleció dejando un legado imborrable en la defensa de los derechos humanos y la recuperación de nietos y nietas apropiados durante la dictadura militar.
A los 106 años, falleció Rosa Roisinblit, figura central en la lucha por los derechos humanos en Argentina y referente internacional en la defensa de la memoria, la identidad y la justicia. Su vida estuvo marcada por la búsqueda incansable de su nieto Guillermo y de cientos de niños y niñas desaparecidos durante la última dictadura, transformando un dolor personal inconmensurable en un compromiso colectivo que trascendió fronteras. La historia de Rosa es la historia de una mujer que convirtió la tragedia en resistencia y el miedo en acción.
Nacida el 15 de agosto de 1919 en Moisés Ville, provincia de Santa Fe, Rosa creció en el seno de una familia de colonos judíos. Desde joven se destacó por su dedicación al estudio y su pasión por la medicina y la salud. En una época en que pocas mujeres tenían acceso a la educación superior, Rosa se formó como partera en la Universidad Nacional del Litoral, y se convirtió en jefa de la Maternidad Escuela de Obstetricia de Rosario, desempeñándose con profesionalismo y compromiso social.
En 1949 se trasladó a Buenos Aires, donde continuó su trabajo en la salud y conoció a Benjamín Roisinblit, con quien se casó en 1951 y tuvo a su hija Patricia. La familia vivió años de felicidad hasta que la dictadura militar irrumpió en sus vidas de manera brutal. En octubre de 1978, Patricia fue secuestrada junto a su pareja, mientras su hija Mariana, de apenas quince meses, quedó al cuidado de familiares. Rosa, ya viuda y jubilada, se encontró de golpe enfrentando la peor pesadilla: la desaparición de su familia.
A partir de ese momento, Rosa se volcó a la búsqueda incansable de su hija y su nieta, y pronto su compromiso se transformó en militancia colectiva. Se integró a lo que luego se consolidaría como Abuelas de Plaza de Mayo, trabajando junto a Estela de Carlotto, María Isabel “Chicha” Chorobik de Mariani y otras pioneras en la defensa de la identidad de los niños y niñas robados. Durante años, Rosa recorrió oficinas, tribunales y organismos internacionales, denunciando los crímenes de la dictadura y exigiendo justicia para cada familia víctima del terrorismo de Estado.
Su aporte no se limitó a la búsqueda de su familia. Rosa fue clave en la creación del Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG), herramienta fundamental para identificar a los nietos y nietas apropiados y restituirles su identidad. También impulsó la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi), fortaleciendo los mecanismos de protección de los derechos de los más vulnerables y consolidando un legado que transformó la historia institucional argentina.
En 2000, tras décadas de trabajo silencioso y perseverante, Rosa recibió la noticia que había esperado durante tantos años: su nieto Guillermo había sido identificado gracias a los análisis genéticos coordinados con la genetista Mary Claire King. El reencuentro fue un momento de emoción y alivio, un símbolo de que la lucha por la justicia y la verdad puede superar incluso los crímenes más atroces. Sin embargo, Rosa no detuvo su tarea: continuó buscando a todos los nietos y nietas que aún permanecían desaparecidos, consciente de que su misión trascendía lo personal y representaba a cientos de familias que aún esperaban respuestas.
Más allá de su incansable labor, Rosa fue también una mujer que disfrutaba de la vida y de los afectos. Coqueta, amante del tango y el tenis, caminaba con tacones y vestía con gusto por lo elegante y lo audaz, reflejando una personalidad fuerte, vital y decidida. Su relación con su nieta Mariana y su nieto Guillermo fue siempre cercana, transmitiendo valores de solidaridad, compromiso y amor por la justicia.
El legado de Rosa Roisinblit es inmenso: no solo restituyó identidades, sino que construyó instituciones, redes de solidaridad y conciencia social que siguen activas. Su vida demuestra que la memoria y la justicia son tareas de todos los días, que requieren coraje, constancia y entrega. Desde Abuelas de Plaza de Mayo, hasta organismos internacionales, su ejemplo inspira a quienes luchan por la verdad y los derechos humanos en Argentina y en todo el mundo.
Rosa se fue dejando un testimonio imborrable de coraje, compromiso y amor, recordándonos que la defensa de los derechos humanos es un deber permanente, que la búsqueda de los nietos y nietas robados no cesará y que la memoria de quienes resistieron la dictadura debe mantenerse viva en cada generación. Su historia, su ejemplo y su legado seguirán guiando a todos los que creen que la justicia, la verdad y la memoria son insustituibles en la construcción de una sociedad más justa.