A 175 años de su paso a la inmortalidad, su ejemplo guía la defensa de la soberanía y la justicia social
Este 17 de agosto recordamos el fallecimiento de José de San Martín, prócer de la independencia argentina y arquitecto de la libertad sudamericana. Su vida y obra no solo marcaron la liberación de Argentina, Chile y Perú del yugo colonial español, sino que sentaron las bases de un pensamiento político centrado en la soberanía nacional, la organización del Estado y la protección del pueblo. San Martín entendía que la verdadera independencia no se limita a expulsar al invasor, sino que requiere la construcción de instituciones sólidas, la consolidación de la economía y la garantía de derechos para todos los ciudadanos.
San Martín fue, ante todo, un hombre de Estado. Su visión estratégica combinaba la acción militar con la política, y siempre tuvo presente que la libertad debía protegerse con leyes, disciplina y ética pública. Su decisión de retirarse de la vida política al asegurar la independencia definitiva demuestra un compromiso genuino con el bien común por sobre intereses personales o ambiciones de poder. La figura de San Martín, por tanto, no se reduce al uniforme y la espada: es un ejemplo de liderazgo responsable y de patriotismo activo, que prioriza la nación sobre el individualismo.
Al ubicarlo en la línea temporal con Juan Manuel de Rosas y Juan Domingo Perón, se aprecia un hilo conductor: la defensa de la soberanía frente a intereses extranjeros, la consolidación de un Estado fuerte y organizado, y la garantía de derechos fundamentales para el pueblo. Rosas protegió la autonomía provincial y la integridad territorial frente a las presiones externas; Perón profundizó derechos laborales, sociales y políticos, fomentando la participación popular y la justicia social. La coherencia entre estas figuras radica en su visión de que la libertad auténtica se sostiene sobre Estado, pueblo organizado y justicia social, no sobre privilegios de unos pocos.
Contrastemos este legado con los sectores libertarios contemporáneos, especialmente los que adhieren a Javier Milei. Sus propuestas de desregulación extrema, reducción del Estado y concentración de riqueza representan un modelo opuesto al de San Martín: buscan una libertad para unos pocos, basada en la desigualdad y la dependencia de intereses económicos extranjeros, mientras ignoran la protección del pueblo y la soberanía nacional. San Martín nos enseñó que libertad y justicia social son inseparables, que el verdadero patriotismo implica defender la independencia con responsabilidad y conciencia social.
Recordar a San Martín no es solo un acto de memoria histórica; es una reafirmación de principios. Su legado nos invita a pensar la independencia y la democracia como proyectos vivos, que requieren liderazgo, organización y compromiso colectivo. Nos recuerda que la patria se construye con instituciones sólidas, ética en la conducción y un horizonte de igualdad y bienestar para todos los habitantes.
En este 17 de agosto, rendir homenaje a San Martín significa reivindicar su ejemplo de patriotismo y responsabilidad, y situarlo como guía frente a quienes intentan reducir la libertad a intereses individuales, debilitando al Estado y los derechos del pueblo. Fueron 175 años de su paso a la inmortalidad, y su pensamiento sigue siendo un faro que orienta la defensa de la soberanía, la justicia social y la democracia popular en Argentina.