Oscar Rodríguez, militante socialista y defensor de la democratización del conocimiento, reflexiona sobre la destrucción del Estado en salud, cultura y educación, y llama a la resistencia colectiva para preservar la dignidad y los derechos populares.
Las Bibliotecas Populares acompañamos la defensa del Hospital Garrahan con una suelta de libros federal, porque la lucha no es solo por un hospital ni por las bibliotecas: es por la vida misma, por la dignidad y por un país que no se arrodille ante la motosierra del mercado.
Lo que vemos hoy no es una reforma: es una demolición. No es un cambio de rumbo, es una sentencia contra el futuro. Cuando un gobierno se ensaña con los hospitales públicos, con las bibliotecas, con las universidades, con la cultura, está diciendo algo brutal: “La vida de los pobres no vale”. Está declarando que la educación, la salud y la cultura son lujos, no derechos.
Este modelo de país —si acaso puede llamarse país a una tierra donde cada uno debe salvarse solo— no busca libertad. Busca convertirnos en piezas descartables de un engranaje que solo beneficia a unos pocos. Se nos quiere convencer de que el Estado es el enemigo, cuando en verdad el verdadero enemigo es la desigualdad, la concentración obscena de riqueza, el odio hacia todo lo colectivo.
Las bibliotecas se levantan porque entendemos algo fundamental: destruir el Estado es destruir el tejido humano que nos sostiene como comunidad. No hay patria posible cuando un niño enfermo no puede atenderse en el Garrahan. No hay futuro cuando un libro se convierte en privilegio. No hay libertad en una sociedad que renuncia a la memoria y al conocimiento.
Soltar libros hoy es un gesto de resistencia y de amor. Cada libro es un arma contra la ignorancia, contra la barbarie que avanza con discursos de odio, contra esa idea miserable de que el país se arregla abandonando a su gente. Nosotros decimos lo contrario: la patria se defiende cuidando, compartiendo, educando y leyendo.
Este gobierno desprecia lo público porque lo público es el lugar donde el pueblo se encuentra y se reconoce. Desfinanciar la salud, la cultura y la educación es querer borrar lo que somos. No es ajuste, es mutilación. No es libertad, es sometimiento.
Defender el Garrahan es defender a los que aún no tienen voz. Defender las bibliotecas es defender el derecho a pensar, a crear, a soñar. La historia nos enseña que los pueblos que dejan de leer, que dejan de cuidar a sus niños y a sus mayores, que dejan de valorar el conocimiento, están condenados a la servidumbre.
Hoy soltamos libros como se encienden antorchas en la oscuridad. Porque un país sin Estado es una tierra de nadie, y una tierra de nadie no es Nación. Es despojo, es colonia, es dolor.