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Nota Completa

LA MOTOSIERRA NO CORTA ARRIBA

(Review)

Por: Oscar Rodríguez
Militante socialista y defensor de la democratización del conocimiento

Mientras la mayoría de los argentinos hace malabares para llegar a fin de mes, hay un grupo muy chico que concentra cada vez más la riqueza del país. No son políticos, no son docentes, ni enfermeros, ni pibes con sueños. Son los dueños de las grandes empresas, los que manejan los campos, los bancos, los supermercados, las plataformas digitales, los medios de comunicación. Son los que siempre ganan, gobierne quien gobierne.

Pero, ¿alguna vez te preguntaste qué país imaginan ellos? ¿Sueñan con una Argentina para todos o con una que funcione solo para sus negocios?

Porque eso es lo que está en juego. Ellos ya tienen el poder económico. Ahora van por el poder político total. No quieren negociar con nadie, no quieren compartir. No quieren pagar impuestos, ni sueldos dignos, ni aportar al desarrollo del país. Quieren reglas que los favorezcan y un Estado que no los moleste. Si se puede, uno que les dé subsidios y les garantice ganancias aunque a vos te aumenten el boleto, el alquiler o la comida.

El famoso “derrame” nunca llegó. Al contrario: cada vez concentran más, y dejan menos para repartir».

La falsa promesa del “derrame”
Durante décadas nos dijeron que si ellos ganaban mucho, algún día algo de eso nos iba a “derramar” a los de abajo. Pero la realidad es otra: mientras ellos multiplican sus fortunas, millones de personas se hunden en la pobreza. El famoso “derrame” nunca llegó. Al contrario: cada vez concentran más, y dejan menos para repartir.

Y cuando la gente protesta o exige derechos, dicen que somos vagos, que somos un gasto, que hay que “achicar el Estado”. ¿Achicarlo para quién? Para vos, para mí, para los hospitales, para las escuelas, para las becas, para las bibliotecas, para los jubilados. Nunca para ellos.

¿Milei es el presidente o el CEO de sus empresas?
El actual presidente, Javier Milei, llegó con la promesa de cambiarlo todo. Pero en realidad vino a hacerles el trabajo sucio a estos mismos grupos de poder. Les bajó los impuestos, les sacó regulaciones, les abrió las puertas para que fuguen sus dólares sin control y al mismo tiempo recortó a los que menos tienen.

Privatiza, cierra, despide, ajusta. Todo con una sonrisa y una motosierra. Pero esa motosierra no corta parejo: a algunos les quita la comida y a otros les agranda la cuenta bancaria.

El odio como motor de clase
Y acá hay algo que no se dice tanto, pero que explica mucho: la derecha económica argentina tiene una conciencia de clase mucho más fuerte que la mayoría del pueblo trabajador. Ellos saben perfectamente qué defienden y a quiénes quieren afuera del juego. Y por eso, aunque sus negocios se achiquen o la economía entre en recesión, prefieren perder plata antes que permitir que vuelva un proyecto político que ponga en peligro sus privilegios.

Prefieren ganar menos, o incluso perder, si con eso logran que Cristina Fernández de Kirchner no sea candidata nunca más. La odian con una fuerza que no es racional, pero que sí es de clase. No porque les moleste su estilo o sus formas. La odian porque con ella, por un momento, hubo paritarias reales, salario mínimo digno, acceso a universidades, movilidad social, ciencia, industria nacional. Es decir: hubo un país donde los que menos tienen empezaron a vivir mejor. Y eso es lo que no perdonan.

La motosierra de Milei no corta parejo: a algunos les quita la comida y a otros les agranda la cuenta bancaria».

Dos modelos en disputa
Lo que está en juego hoy en la Argentina es mucho más que un modelo económico. Son dos ideas de país:

🟥 Por un lado, están los que sueñan con una Argentina pensada solo para los poderosos. Una donde el que tiene más, manda. Donde todo se compra y se vende. Donde el que no tiene plata, no tiene derechos.

🟩 Por otro lado, estamos los que creemos en una Argentina para todos. Donde el trabajo, la educación, la salud y la cultura no sean un lujo, sino un derecho. Donde el Estado sea un instrumento para igualar oportunidades, y no una empresa que se maneje con planillas de Excel.

La pregunta es: ¿de qué lado estamos?
No se trata de envidia ni de odio. Se trata de justicia. Nadie dice que no puedan ganar plata. Pero no a costa de que millones vivan en la miseria. La riqueza de Argentina es enorme. El problema es cómo se reparte.

Los dueños de la Argentina ya eligieron su camino: maximizar ganancias sin importar el costo social. Y están dispuestos a cualquier cosa con tal de que no vuelva un proyecto que los obligue a soltar una parte.

Ahora nos toca a nosotros decidir si vamos a aceptar ese país que sueñan ellos, o si vamos a pelear por uno donde quepamos todos.

Los dueños de la Argentina están dispuestos a cualquier cosa con tal de que no vuelva un proyecto que los obligue a soltar una parte».