Le ganó a Estudiantes en Avellaneda y cortó años de sequía. La copa le devuelve identidad y lo reafirma entre los clubes más laureados del país.

En Avellaneda, Vélez encontró lo que venía buscando hace tiempo: una consagración que devuelva orgullo y memoria. Con un 2 a 0 sólido sobre Estudiantes de La Plata, el equipo de Liniers levantó la Supercopa Internacional y volvió a ocupar un espacio de relevancia en la escena del fútbol argentino. El grito llega después de tres finales perdidas al hilo y suma una estrella más a un escudo que necesitaba reencontrarse con su historia.

El partido, disputado en el estadio de Independiente, tuvo momentos de dominio repartido, pero fueron Tomás Galván y Braian Romero quienes inclinaron la balanza con goles que definieron el encuentro. La conducción de Guillermo Barros Schelotto, aún en proceso de construcción, consigue así su primer logro y oxigena a un plantel golpeado por las frustraciones recientes.

Lejos de ser un trofeo menor, la copa obtenida se suma al registro oficial de títulos organizados por la Asociación del Fútbol Argentino, que reconoce más de un centenar de competencias nacionales desde comienzos del siglo XX. Con este triunfo, Vélez alcanza las 18 conquistas oficiales: 13 en el orden doméstico y 5 a nivel internacional. Supera así a Estudiantes en el listado total y se posiciona entre los diez clubes más exitosos del país.

El título también reaviva una rivalidad de larga data. Con este encuentro, el historial suma 189 partidos, y el Fortín amplía su ventaja con 70 victorias contra 65 del Pincha. El dato no es menor si se considera que Estudiantes lo había superado en cruces mano a mano durante los últimos años.

Más allá de los números, lo que deja esta consagración es un mensaje político para el fútbol argentino: aún en tiempos de desigualdad económica, los clubes con proyecto, identidad y arraigo pueden volver a escribir capítulos felices. Vélez lo hizo, sin estridencias ni chequeras, y con eso basta para que el festejo valga el doble.