El 16 de junio de 1955, un grupo de militares y civiles antiperonistas ejecutó el primer bombardeo aéreo sobre población civil en América Latina. Murieron más de 300 personas y más de 800 resultaron heridas. Nunca hubo justicia ni perdón de los responsables.
A plena luz del mediodía y sin aviso, mientras centenares de trabajadores y trabajadoras transitaban por la Plaza de Mayo, la Armada Argentina y sectores de la Fuerza Aérea ejecutaron un ataque criminal con bombas y ráfagas de ametralladora sobre el corazón de la ciudad. El objetivo era asesinar al presidente Juan Domingo Perón. El resultado fue una masacre: 308 muertos confirmados y más de 800 heridos, en su mayoría civiles. Muchos eran niños y niñas de escuelas que visitaban la Casa de Gobierno. Las bombas también cayeron sobre colectivos, autos particulares, el edificio de la CGT y hasta el Ministerio de Salud. Las víctimas fueron el pueblo.
La operación fue urdida durante meses por altos mandos de la Marina, miembros de la Unión Cívica Radical, empresarios y sectores conservadores aliados con intereses extranjeros. Figuras como Jorge Alfredo Bassi, Raúl Lamuraglia, Francisco Manrique, Néstor Noriega, Walter Viader, Carlos Nielsen Enemark, Fernando Suárez Rodríguez, Samuel Toranzo Calderón, Carlos Bruzzone, Agustín de la Vega y Justo León Bengoa fueron parte clave del operativo. También estuvieron implicados políticos opositores como Miguel Ángel Zavala Ortiz, Américo Ghioldi, Jaime Mejía, Mario Amadeo, Luis María de Pablo Pardo y Adolfo Vicchi, todos posteriormente integrados al régimen de la llamada “Revolución Libertadora”.
Entre los civiles que financiaron la operación se destacan empresarios, que colaboraron con recursos logísticos, aviones y apoyo internacional. El plan era imitar el ataque a Pearl Harbor: exterminar al gobierno, quebrar al peronismo y reinstalar un poder liberal y oligárquico.
Los aviones llevaban pintadas las palabras “Cristo Vence”. La infantería golpista avanzó desde Dársena Norte para tomar la Casa Rosada mientras se bombardeaba la ciudad. Una verdadera operación terrorista que jamás fue juzgada ni reparada. No hubo ni hay pedido de perdón de los sectores políticos, empresariales, eclesiásticos ni mediáticos que la apoyaron.
Hoy, 70 años después, ese silencio sigue siendo un grito. El bombardeo a Plaza de Mayo fue el prólogo del terrorismo de Estado que vendría dos décadas después. Un crimen contra la democracia que permanece impune. Exigimos memoria, justicia y la condena histórica para los responsables de aquella jornada infame.