En plena recesión, la Ciudad refleja con crudeza las consecuencias del modelo de ajuste: más desocupación, menos derechos y desigualdad territorial y de género.
El mercado laboral porteño no escapa a la lógica devastadora que impone el experimento libertario. Según el último informe del Instituto de Estadística y Censos de la Ciudad, el primer trimestre de 2025 cerró con una tasa de desocupación del 7,8%, lo que representa a 132.000 personas sin empleo en el distrito más rico del país. La comparación con los últimos meses de 2024 es elocuente: en apenas un trimestre, se sumaron casi 20.000 personas a la fila del desempleo.
Pero el derrumbe no empezó ahora. Desde fines de 2023, cuando el indicador era del 4,6%, el crecimiento del desempleo fue de más de tres puntos porcentuales. La cifra no solo alarma por su magnitud, sino también por su velocidad: más de 56.000 personas quedaron sin trabajo en apenas un año y medio. El dato coincide con el desembarco de Javier Milei en la Casa Rosada y su política de motosierra sin anestesia.
La desigualdad es otro rasgo estructural del informe. Mientras el promedio general se ubica en 7,8%, entre las mujeres el desempleo escala al 8,6%. Y la zona sur de la Ciudad, históricamente postergada, registra un pico del 10,9%, configurando un mapa de exclusión profundamente desigual.
La degradación del empleo no se limita a quienes ya perdieron su fuente de ingreso. Una de cada cuatro personas que trabaja no tiene aportes jubilatorios, y más del 30% de los ocupados está subempleado o busca otro trabajo. La inestabilidad se impone como norma: el 7,6% de los asalariados trabaja bajo contratos temporarios, y un 14,8% ni siquiera accede a derechos laborales básicos.
El informe también da cuenta de una transformación estructural. Mientras los sectores productivos como la industria y la construcción retroceden, el empleo se concentra aún más en el rubro servicios (74,9%) y comercio (14,7%). Pero ese crecimiento no garantiza calidad: el modelo económico vigente expulsa empleo formal y empuja a miles a la informalidad o al cuentapropismo sin red.
Esta radiografía laboral no es una postal aislada. Es el reflejo más concreto del daño que produce un proyecto político que desprecia el trabajo, desarma el Estado y prioriza las ganancias del capital financiero. En la Ciudad de Buenos Aires, esa ecuación ya muestra sus efectos: más desocupación, más pobreza, más desigualdad. Y lo peor, aún, no llegó.