Un informe de la UIA confirma el deterioro de la actividad industrial: más del 11% de las empresas dejó de exportar y la producción opera con la mitad de su capacidad. Ajuste, dólar atrasado y recesión, las causas del apagón productivo.
El modelo libertario de Javier Milei sigue mostrando sus consecuencias en los números concretos de la economía real. Según el último relevamiento del Monitor de Desempeño Industrial (MDI), elaborado por el Centro de Estudios de la Unión Industrial Argentina (UIA), la industria nacional sufre una combinación letal de dólar barato, caída del consumo y costos internos disparados. El dato más alarmante: un 11,4 % de las empresas dejó de exportar durante el primer semestre del año.
Entre las firmas que suspendieron sus envíos al exterior, el 57,8 % responsabilizó al aumento de los costos que las dejó fuera de competencia, mientras que otro 31,3 % lo atribuyó directamente a la apreciación del peso. El experimento libertario, que prometía integración global y competitividad, termina empujando a las industrias a abandonar los mercados internacionales.
En el plano interno, la situación no es mejor. Apenas el 26,1 % de las industrias registró mejoras productivas en mayo, mientras que el 33 % tuvo una caída interanual. La utilización de la capacidad instalada se ubicó en un crítico 46,6 %, el nivel más bajo en 17 años. El índice de difusión industrial —que mide la diferencia entre sectores que crecen y los que caen— quedó apenas en 6,9 %, reflejando un panorama de contracción extendida.
Las ventas domésticas también se desplomaron. En las Manufacturas de Origen Industrial (MOI), el 41,3 % de las empresas vio reducir sus ventas internas en mayo, frente a solo un cuarto que reportó mejoras.
El informe de la UIA confirma lo que ya sienten los sectores populares: no hay “milagro económico”, sino una recesión profunda con sectores productivos paralizados, exportaciones en retroceso y una estructura industrial al borde del colapso. La motosierra no solo corta derechos, también destruye fábricas.
Mientras Milei celebra equilibrios fiscales construidos sobre la miseria y la destrucción productiva, los indicadores industriales muestran otra verdad: sin mercado interno ni competitividad externa, no hay país que produzca. Solo queda esperar cuánto más puede aguantar una economía real que ya funciona a media máquina —o menos— mientras el relato oficial insiste en la fantasía del éxito.