Una mayoría contundente rechaza los insultos del Presidente a periodistas y alerta sobre el avance autoritario del Gobierno.
Mientras el oficialismo intensifica su ofensiva contra medios y periodistas, una nueva encuesta nacional refleja el hartazgo creciente ante la violencia discursiva que baja desde Casa Rosada. El trabajo de Zuban Córdoba y Asociados, realizado entre el 12 y el 13 de mayo, muestra que el 66,7% de los argentinos considera inaceptable que Javier Milei recurra a insultos para referirse a trabajadores de prensa. Pero el dato más preocupante es otro: el 63% interpreta esas agresiones como una amenaza directa a la libertad de expresión.
El informe, basado en 1300 casos relevados en todo el país, se conoce en un contexto enrarecido, tras la filtración del Plan de Inteligencia Nacional y la reacción oficial: lejos de transparentar, el gobierno libertario acusó a la prensa de violar secretos de Estado y deslizó que publicar ciertos documentos podría constituir un delito federal. La maniobra, que ya tiene antecedentes en la gestión, busca blindar al Presidente y criminalizar toda crítica. Un 56% de los encuestados no se lo cree: sostiene que el verdadero objetivo de estas peleas mediáticas es correr el foco de la crisis económica.
Sin embargo, la imagen presidencial se mantiene en pie. El respaldo no crece, pero tampoco cae. La explicación, según los autores del relevamiento, está más en la debilidad de la oposición que en los méritos del oficialismo. La división entre fuerzas políticas y la persistencia del antikirchnerismo explican que, pese al desgaste, Milei conserve un núcleo sólido de adhesión. En esa lógica, el 64% describe al gobierno como “cada vez más autoritario”, pero solo el 54% afirma que votará por alternativas opositoras en las próximas elecciones legislativas.
Mientras los datos marcan un freno social al avance sobre la prensa, el Gobierno sigue apostando a la polarización, con un discurso agresivo, amenazas institucionales y blindaje judicial. La agresividad se volvió doctrina y la estrategia es evidente: gritar fuerte para no rendir cuentas. Lo que hoy parece un estilo, mañana puede convertirse en un sistema. Y la libertad de expresión no se defiende sola.