En su primera bendición dominical, el nuevo papa estadounidense pidió unidad dentro de la Iglesia y una respuesta humanitaria urgente ante los conflictos globales.
Con un tono enérgico y visiblemente conmovido, el papa León XIV ofreció este domingo su primera bendición como pontífice ante una multitud de más de 100.000 personas reunidas en la Plaza de San Pedro. Desde la logia central de la basílica vaticana, el primer papa de nacionalidad estadounidense lanzó un mensaje contundente a las potencias globales: reclamó “una paz genuina, justa y duradera” en Ucrania, exigió un “cese al fuego inmediato” en Gaza y repitió el histórico llamado vaticano: “nunca más la guerra”.
En una jornada de alto simbolismo, León XIV se apartó de ciertos usos recientes para retomar tradiciones litúrgicas con algunos gestos personales. Apareció desde el corazón de la basílica —y no desde el Palacio Apostólico—, entonó el Regina Caeli en latín y lució la capa roja papal que su antecesor, Francisco, había dejado de lado. También celebró misa junto a las tumbas de pontífices de distintas corrientes, en una clara señal de voluntad integradora frente a una Iglesia polarizada.
“Que se proporcione alivio a la agotada población civil y que todos los rehenes sean liberados”, sostuvo León XIV sobre la situación en Gaza, y recordó su postura crítica hacia la invasión rusa en Ucrania, a la que definió como “de carácter imperialista” cuando aún era obispo en Perú.
La plaza fue escenario de una celebración internacional. Peregrinos de Texas, Vietnam, Italia y otros países agitaron banderas y entonaron cánticos. “Las palabras no pueden expresar mi admiración y gratitud a Dios”, dijo el reverendo Dominic Nguyen, que llegó desde Estados Unidos junto a fieles vietnamitas.
Horas antes, el nuevo papa celebró una misa privada en la tumba de San Pedro y rezó ante los sepulcros de Pablo VI, Pío XII y Benedicto XVI. Al cierre de la jornada, fueron retirados los sellos de los apartamentos papales, permitiendo su ingreso formal como nuevo pontífice. Un paso ceremonial, pero también político, en su intento por tender puentes en un momento de profundas tensiones internas y externas para la Iglesia.