Venezuela y Burkina Faso reforzaron su alianza estratégica durante las conmemoraciones del triunfo soviético sobre el nazismo. Un gesto con fuerte carga simbólica en tiempos de realineamiento global.
En el corazón de Moscú y bajo el telón de fondo del 80° aniversario de la victoria soviética contra el fascismo, Nicolás Maduro e Ibrahim Traoré protagonizaron un encuentro que reaviva una agenda común entre América Latina y África en tiempos de disputa por el orden mundial.
Lejos de las cámaras de Occidente, el presidente venezolano y su par de Burkina Faso ratificaron su compromiso con una cooperación Sur-Sur sostenida, soberana y multilateral. Para Maduro, la alianza no es sólo diplomática: representa una respuesta concreta frente a las medidas coercitivas impuestas por Estados Unidos y una apuesta por la autodeterminación de los pueblos.
Desde el histórico impulso que Hugo Chávez dio a las relaciones con África en 2003, Caracas y Uagadugú han sellado 27 acuerdos bilaterales y negocian 14 nuevos proyectos en sectores clave como energía, minería, agricultura y educación. Según destacó el canciller Yván Gil, más de 22 iniciativas técnicas ya están en marcha, dando cuerpo a una agenda de desarrollo mutuo anclada en la solidaridad.
El gesto, en medio de las celebraciones moscovitas, no pasó inadvertido: refuerza el posicionamiento de ambos países en el tablero geopolítico global, donde las potencias emergentes reconfiguran alianzas y territorios. Venezuela y Burkina Faso, desde sus geografías y resistencias, se inscriben en ese pulso histórico por un mundo multipolar, donde las voces del Sur no pidan permiso: se organicen, cooperen y avancen.