El asesor de Milei increpó a un reportero gráfico de Tiempo Argentino en los estudios del Canal de la Ciudad. Le quitó la credencial, le sacó una foto y se fue. Un gesto intimidante que recuerda a los peores años del periodismo argentino.
Santiago Caputo volvió a mostrar su rostro más oscuro. Durante el debate de candidatos a legisladores porteños en el Canal de la Ciudad, el principal asesor de Javier Milei reaccionó de forma violenta contra un fotógrafo de Tiempo Argentino que lo enfocaba. Le arrebató la credencial de prensa, fotografió sus datos y se retiró del lugar con gestos adustos. La escena fue registrada por un video de El Destape y rápidamente se viralizó.
Caputo había llegado al canal para respaldar a Manuel Adorni, luego de que La Política Online revelara que estaría jugando a su derrota tras quedar afuera del armado electoral. Su aparición fue breve pero reveladora: evitó hablar con la prensa, empujó a periodistas que lo interpelaban y dejó un mensaje claro de intimidación.
No es un hecho aislado. En la apertura de sesiones del Congreso ya había increpado a Facundo Manes en los pasillos. Esta vez, la víctima fue un reportero gráfico. El mensaje es siempre el mismo: disciplinar, amedrentar, demostrar poder. En el país de José Luis Cabezas, esos gestos no pueden naturalizarse.
“Buscan silenciar, amedrentar y dejar claro quién manda. Hay que ponerle un freno”, dijo tras el debate la candidata radical Lula Levy, quien también repudió el episodio. La frase sintetiza el peligro de un gobierno que, en lugar de respetar la libertad de expresión, promueve el odio y el miedo contra quienes informan.
Caputo no ocupa ningún cargo formal, pero controla resortes clave como la AFIP y la SIDE. Es, además, el principal ideólogo de la cruzada libertaria contra el periodismo. Desde cuentas anónimas, promueve ataques sistemáticos y convenció al propio Milei de que “la gente no odia suficiente a los periodistas”.
La gravedad del gesto radica en su contexto. No fue una reacción desmedida: fue una señal. En una democracia, no hay lugar para estas amenazas. No se trata de una anécdota. Es un método. Y es urgente desenmascararlo.