A 48 años del secuestro del creador de El Eternauta, su historia y la de su familia siguen siendo símbolo del genocidio perpetrado por la última dictadura. Netflix lanza una serie basada en su obra, pero su verdadero legado está en la lucha por la memoria, la verdad y la justicia.
El 27 de abril de 1977, Héctor Germán Oesterheld fue secuestrado por la dictadura militar. Creador de El Eternauta y militante de Montoneros, su figura simboliza como pocas el entrecruzamiento entre arte, política y represión. Junto a él, la represión ilegal desapareció a sus cuatro hijas —Diana, Beatriz, Estela y Marina—, dos de ellas embarazadas, a sus yernos y a dos de sus nietos. Fue una masacre familiar. Un caso emblemático del terrorismo de Estado que aún duele y resiste en la memoria colectiva.
Geólogo de formación, Oesterheld había dejado los mapas para volcarse de lleno a la escritura. En los años 50 revolucionó la historieta con personajes como Bull Rockett, Sargento Kirk y Sherlock Time. Pero fue El Eternauta, publicado en 1957, su obra maestra: una historia de ciencia ficción donde un grupo de vecinos resiste una invasión desde la Buenos Aires sitiada. No por casualidad, años después, el propio autor reescribió esa historia desde la clandestinidad, mientras militaba en Montoneros, como un espejo simbólico del autoritarismo que avanzaba sobre la Argentina.
Oesterheld fue visto por última vez en centros clandestinos como El Vesubio y Campo de Mayo, en un estado de salud deteriorado, según testimonios de sobrevivientes. Como tantos otros, fue asesinado sin juicio ni derecho a defensa. Su esposa Elsa Sánchez, fallecida en 2015, dedicó su vida a buscar justicia y preservar su legado. Fue ella quien donó a la Biblioteca Nacional una valija con manuscritos originales que hoy forman parte del patrimonio cultural argentino.
Este 30 de abril, Netflix estrena El Eternauta, en una ambiciosa producción protagonizada por Ricardo Darín. La serie generó expectativa y debate. Aunque su difusión global puede acercar la historia a nuevas generaciones, nada reemplaza la verdad: la dictadura desapareció a un artista íntegro, valiente y comprometido. Y con él, intentó borrar no solo una obra, sino una idea: la de una cultura al servicio del pueblo.
A 48 años de su secuestro, Héctor Germán Oesterheld sigue siendo un faro para quienes creen que la historieta puede ser política, que la memoria es un acto de justicia y que ninguna obra artística es inocente. En tiempos de negacionismo y ajuste cultural, recordarlo es resistir.