La directora del FMI intervino en el proceso electoral argentino con un respaldo explícito al programa del gobierno y un llamado a que el “cambio” no se descarrile. La declaración generó fuerte malestar y revive los peores recuerdos de la subordinación nacional al Fondo.
La directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, pidió este miércoles abiertamente que los argentinos voten por las fuerzas que sostienen el ajuste de Javier Milei. Lo hizo en el marco de la Asamblea de Primavera del FMI y el Banco Mundial en Washington, con una frase que no deja lugar a dudas: “Es importante que la voluntad de cambio no se descarrile. Le pediría a la Argentina que mantenga el rumbo”.
En pleno año electoral, con elecciones legislativas en octubre, las palabras de Georgieva fueron leídas como una injerencia directa en la política interna y un claro respaldo al oficialismo. A contramano de la prudencia diplomática habitual, la jefa del FMI celebró los números de Milei, habló de una inflación “menor al 3%” y elogió el achique del Estado y la caída de la pobreza, sin mencionar que todo eso se hizo a costa del hambre, la recesión y la destrucción del tejido social argentino.
La funcionaria internacional compartió una reunión privada con Luis Caputo, Santiago Bausili y otros miembros del gabinete económico del Gobierno, a quienes volvió a felicitar por lo que considera “avances” del plan de ajuste. En paralelo, no tuvo una sola palabra para los miles de comedores sin alimentos, los despidos masivos, ni el derrumbe del consumo y la industria nacional.
El respaldo de Georgieva se suma a la estrategia del Fondo para blindar políticamente al gobierno argentino en su etapa más crítica, en medio de un descontento social creciente, protestas masivas y una economía paralizada. Lo que para el FMI es una señal de “credibilidad”, para millones de argentinos representa hambre, desempleo y desesperanza.
Desde 1956, cada vez que el Fondo intervino en la Argentina, lo hizo para sostener gobiernos afines y legitimar políticas de ajuste. Pero pocas veces como ahora lo hizo de manera tan explícita, sugiriendo qué votar y a quién apoyar. La intromisión, además de impropia, revive un viejo trauma nacional: el de la soberanía entregada a cambio de dólares que nunca alcanzan.