Los precios de los alimentos aumentaron 6,7% en el primer trimestre del año, muy por encima de salarios, jubilaciones y AUH. La dieta de las familias se empobrece, mientras el Gobierno insiste en que hay recuperación.
Mientras el Gobierno de Javier Milei celebra una supuesta “desaceleración” inflacionaria, los alimentos esenciales siguen aumentando más rápido que los ingresos de las familias. Según el relevamiento del Índice Barrial de Precios del ISEPCI en comercios de cercanía del conurbano bonaerense, la Canasta Básica de Alimentos subió 1,7% en marzo y acumula 6,7% en el primer trimestre del año.
Frutas, verduras, carnes, huevos y lácteos encabezan las subas. Son, justamente, los productos con mayor valor nutricional. En cambio, alimentos con bajo aporte, como fiambres, azúcar o mermeladas, bajaron de precio. El resultado: una dieta más barata, pero también más pobre. La inflación ya no se mide solo por el ritmo de los aumentos, sino por el deterioro del plato cotidiano.
Una selección de los 21 productos más consumidos por las familias trabajadoras muestra subas del 14,2%, el doble del promedio. Mientras tanto, los salarios siguen planchados: el mínimo vital y móvil aumentó apenas 6,1% entre diciembre y marzo; la jubilación mínima, 5,9%; y la Asignación Universal por Hijo, 7,5%. En todos los casos, por debajo del precio de los alimentos.
Desde el segundo semestre de 2024, la inflación bajó por la vía más brutal: el desplome del consumo. Las familias comen menos, compran menos y eligen peor. Esa es la verdadera explicación detrás del descenso en los índices oficiales. A un año del 27,7% que marcó la inflación alimentaria en el primer trimestre de 2024, el 6,7% de 2025 no es una señal de recuperación, sino el síntoma de un ajuste que profundiza la desigualdad.
En ese marco, el discurso oficial sobre la “recuperación del poder adquisitivo” se revela como una farsa. Lo que recupera el mercado no lo recuperan los hogares. La Argentina que muestra Milei en los medios no se parece a la que se vive en las mesas populares. En esa distancia crece el malestar, y también la conciencia de que sin justicia social, no hay paz social.