El bullying atraviesa escuelas de todo el país, afecta la salud mental de miles de chicos y chicas, y puede dejar marcas para toda la vida. Cómo detectarlo, qué hacer y dónde pedir ayuda.
Aunque muchas veces se minimiza o se oculta, el acoso escolar –o bullying– es una forma de violencia sostenida en el tiempo que se cobra víctimas todos los días. En las aulas, en los recreos, en los pasillos, pero también en los grupos de WhatsApp, las redes sociales o los juegos en línea. Donde hay chicos, puede haber acoso. Y donde hay acoso, hay sufrimiento.
Según datos del Observatorio de la Convivencia Escolar, más del 36% de los estudiantes secundarios en Argentina reconoce haber sido víctima de bullying, mientras que un 15% admite haber ejercido algún tipo de agresión hacia otro compañero o compañera. El fenómeno no distingue entre provincias ni clases sociales, pero sí golpea más fuerte a quienes ya están en situación de vulnerabilidad: niños y niñas con discapacidad, identidades disidentes, migrantes o de sectores populares.
El bullying se define por tres elementos clave: intención de dañar, repetición y asimetría de poder. No es una pelea entre iguales. Es hostigamiento sistemático: burlas, exclusión, amenazas, golpes, difamación. Y cuando ocurre en redes o dispositivos digitales, se vuelve aún más cruel: es constante, puede viralizarse y deja huellas que no se borran.
Las consecuencias son graves. Ansiedad, depresión, trastornos del sueño, bajo rendimiento escolar, aislamiento social, autolesiones e incluso pensamientos suicidas. “La violencia simbólica y emocional en la infancia es una de las formas más invisibles, y al mismo tiempo más devastadoras, de vulneración de derechos”, advierte un informe de UNICEF.
¿Qué pueden hacer las familias? Primero, estar atentos: miedo a ir a la escuela, pérdida de pertenencias, cambios bruscos de ánimo, evasión del entorno digital, retraimiento o explosiones de enojo sin explicación. Después, escuchar sin juzgar. Crear un clima de confianza. Y no minimizar: el “es cosa de chicos” es parte del problema.
También el Estado tiene responsabilidad: la Ley de Educación Nacional 26.206 establece el derecho a una convivencia escolar libre de violencia. Y la Ley 26.892 de Promoción de la Convivencia y el Abordaje de la Conflictividad en las Instituciones Educativas obliga a las autoridades a intervenir, capacitar y prevenir.
Hay recursos disponibles para pedir ayuda:
Línea Convivencia Escolar del Ministerio de Educación de la Nación: 0800-222-1197 (lunes a viernes de 8 a 20 h).
Línea 102, de atención a niñas, niños y adolescentes, confidencial y gratuita en todo el país.
Ministerio Público Tutelar de CABA: 5297-8000.
Defensorías del Pueblo provinciales y municipales.
El acoso escolar no es un asunto privado. Es un problema social, político y cultural. Y como toda forma de violencia, necesita de la intervención activa de la comunidad. Porque toda infancia tiene derecho a crecer sin miedo, con dignidad y respeto.