El presidente de EE.UU. impuso aranceles del 10% a todas las importaciones, incluyendo las argentinas. Nuestro país, aliado comercial de Washington, fue equiparado con economías en tensión como Brasil o Venezuela.
En una medida que golpea de lleno al ya deteriorado comercio exterior argentino, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció un aumento del 10% en los aranceles a todos los productos importados. Pese a los gestos de subordinación política y económica del gobierno de Javier Milei, Argentina no fue exceptuada y recibirá el mismo trato que países con relaciones tensas con Washington.
Entre los productos más afectados se encuentran exportaciones clave para la economía nacional: aceite de soja, aluminio, acero, limones y otros bienes de la industria agroalimentaria, química, textil y metalúrgica. El aceite de soja, por ejemplo, pasará de tributar un 19% a un 29% para ingresar al mercado estadounidense.
La decisión representa un golpe directo a uno de los pocos sectores que aún generan divisas. También pone en evidencia los límites de la estrategia diplomática del gobierno argentino, que apostó por el alineamiento absoluto con Washington. La misma Casa Blanca que fue visitada por Milei en tono celebratorio, ahora impone condiciones que perjudican a la producción nacional.
Desde el sector agroexportador ya se alzaron voces de preocupación. Gustavo Idígoras, presidente de CIARA-CEC, pidió al Ejecutivo iniciar negociaciones bilaterales urgentes y demandó a Estados Unidos la eliminación de barreras a productos oleaginosos como forma de compensación.
El castigo arancelario llega en un contexto de máxima fragilidad económica y tensión cambiaria. Con el consumo desplomado, caída industrial y una nueva recesión en marcha, las exportaciones eran vistas como una tabla de salvación. Ahora, incluso ese frente se oscurece.
A pesar del discurso oficial de "volver al mundo", la Argentina es tratada con la misma dureza que economías enfrentadas con la Casa Blanca. La sumisión ideológica no garantiza beneficios, y los resultados de esta política exterior se traducen en más presión sobre los sectores productivos y más incertidumbre para el país.