Con contratos que vencen hoy, Pettovello audita Trabajo para despedir al 50% de su planta. ATE denuncia un plan sistemático para vaciar áreas clave. Sturzenegger ya avisó: "La sangría será más rápida".
El Gobierno de Javier Milei convirtió el despido en política de Estado. No es una metáfora: la Decisión Administrativa 7/2025 premia con aumentos salariales a los funcionarios que más trabajadores echen. Mientras hoy vencen 50 mil contratos en el sector público, los rumores apuntan a una nueva ola de despidos masivos. Sandra Pettovello, la ministra que debería proteger los derechos laborales, lidera la contradicción más grotesca: una "auditoría" en la Secretaría de Trabajo que anticipa el despido de 1.600 empleados, la mitad de su planta. ¿Quién defenderá a los trabajadores si hasta el Ministerio de Trabajo los expulsa?
El libertario Federico Sturzenegger, arquitecto del desguace, lo dijo sin ruborizarse en Chile: "Teníamos ñoquis, cerrar eso es popular". Su lógica es simple: demonizar al empleado público para justificar el vaciamiento. Pero los números desmienten el relato. Desde que este gobierno asumio, 40 mil puestos estatales fueron eliminados, y el resultado ya se ve: escuelas sin porteros, hospitales sin técnicos, calles sin mantenimiento. El INTA –emblema de la soberanía alimentaria– sobrevive con 1.500 trabajadores menos, aunque el Gobierno diga lo contrario. "Es un organismo en agonía", define Sebastián Fajardo, delegado de ATE.
La resistencia crece donde Milei no la espera. La Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) montó vigilias en cada ministerio y prepara un paro de 36 horas para el 9 de abril. "No permitiremos que este Gobierno violente la ley y la Constitución", advierte Rodolfo Aguiar, su secretario general. La bronca no es solo por los despidos: es por la hipocresía de un Ejecutivo que recorta derechos mientras sube sus propios sueldos mediante "unidades retributivas" por cada trabajador echado.
El ajuste libertario se parece demasiado al manual macrista: despidos, precarización y servicios públicos colapsados. Pero hay una diferencia: Milei lo hace más rápido y con menos disimulo. Sturzenegger promete "acelerar la reconversión", Pettovello firma informes para justificar recortes, y el Presidente repite que "el Estado es el enemigo" mientras usa sus recursos para beneficiar a lobbistas y fondos buitre.
El final es previsible: más pobreza, más desigualdad, más caos. Pero hay algo que el Gobierno no calculó. Cada trabajador despedido es un eslabón que se rompe en la cadena que sostiene al país. Cuando no quede nadie para apagar incendios, enseñar en las aulas o analizar semillas, ¿quién cargará con la culpa? La historia ya lo juzgará, pero la calle –esa que los libertarios desprecian– podría adelantar el veredicto.