El dirigente cuestionó el clima social, la legitimación pública de la violencia contra los pobres y la falta de debate sobre proyectos reales, mientras defendió la planificación estatal y un modelo de país con derechos.
Juan Grabois volvió a poner palabras donde la política oficial pone brutalidad. En una entrevista en El Destape, el dirigente de Argentina Humana describió el momento actual como un tiempo de “desfachatez organizada”, donde gobernantes municipales, funcionarios libertarios y un sector de la sociedad celebran la violencia contra personas en situación de vulnerabilidad. “Pasamos de la hipocresía a la impúdica demostración de crueldad institucionalizada”, sintetizó.
El punto más fuerte llegó cuando apuntó contra la construcción cultural del odio que avanza desde las derechas: “Si vos aplaudís que le peguen a una persona en situación de calle, sos un hijo de puta y yo te voy a combatir”. La frase no fue un exabrupto, sino una descripción cruda del orden moral que hoy intenta imponer el macrismo residual y el mileísmo, con patrullas municipales que publican golpizas como si fueran actos de gobierno.
Para Grabois, la legitimación de esas violencias oficiales —como las “patotas municipales” de Jorge Macri en CABA o Montenegro en Mar del Plata— es parte de un proyecto más profundo: despojar de humanidad a los sectores populares para justificar un Estado retirado, mínimo y cruel. Un Estado que abandona a los pibes, que permite la expansión de las apuestas online, que deja sin regulación el mundo del trabajo y que celebra la precariedad como si fuera libertad.
Frente a ese panorama, el dirigente planteó que el campo nacional y popular necesita volver a disputar el sentido de lo posible. No solo denunciar, sino proponer. Allí ubicó el plan quinquenal elaborado por su espacio, que combina vivienda, infraestructura, recuperación del salario y políticas para la juventud: “Tenemos un diagnóstico y tenemos un plan. Lo que falta es voluntad política de discutirlo”.
La crítica a la lógica mediática fue directa: la política del clic y del algoritmo impide que haya conversación seria sobre proyectos. “Nadie quiere quedarse una hora discutiendo propuestas porque no clipea bien. Eso no da views”, resumió. En ese esquema de debate empobrecido, las ideas complejas —como rezonificaciones para construir 250 mil lotes populares o planificación estructural de obra pública— quedan fuera de escena.
El cierre fue una advertencia interna hacia el propio peronismo: no alcanza con “caras nuevas” ni con discursos inspiracionales. “Para gobernar bien necesitamos cuadros capacitados. Los libertarios no, porque para ellos el Estado no sirve. Pero si creemos en la obra pública, la educación y la salud, necesitamos planificación. Eso es laburo, organización y proyecto”.
En un país donde la derecha intenta reinstalar la naturalización del castigo a los pobres, Grabois arroja una definición que desnuda la disputa de fondo: no se discute solo cómo gobernar, sino qué tipo de humanidad se está dispuesto a defender. Y el contraste es evidente: del lado libertario, la crueldad como política; del lado del campo popular, la reconstrucción de un proyecto donde la dignidad sea un derecho y no un privilegio.