El reciente decreto del gobierno que modifica la fórmula de actualización jubilatoria ha desatado preocupación y críticas. Analicemos sus implicancias para los jubilados y cómo afectará sus ingresos en el corto y largo plazo.
El gobierno argentino, mediante un decreto, ha cambiado la fórmula de actualización de las jubilaciones, generando un impacto significativo en el poder adquisitivo de los jubilados. La medida, que no pasó por el Congreso, ha despertado críticas y preocupación por parte de diversos sectores.
La nueva fórmula establece una actualización por inflación con dos meses de rezago a partir de julio, aplicando la inflación de mayo. Sin embargo, esta actualización no incluye el bono, lo que significa que las jubilaciones no se verán beneficiadas por el mismo.
Entre abril y julio, se aplicarán diferentes aumentos que, en términos reales, no logran compensar la pérdida del poder adquisitivo de las jubilaciones. Según datos, las jubilaciones podrían quedar hasta un 53% por debajo de su valor inicial en el primer trimestre de 2023.
Además, el decreto establece un bono de ayuda económica previsional que, si bien en principio se fijó en $70 mil, posteriormente se corrigió para mantenerse en ese monto. Sin embargo, la forma en que se aplicará el bono en los próximos meses aún genera incertidumbre.
En el caso de otras prestaciones como la PUAM o la AUH, la nueva fórmula de actualización se aplicaría recién a partir de julio, lo que podría significar un peor derrotero para estas prestaciones en comparación con las jubilaciones.
En el largo plazo, algunas consultoras indican que esta nueva fórmula podría quedar por debajo de la fórmula de movilidad basada en recaudación y salarios en 2025, lo que supondría un deterioro continuo en el poder adquisitivo de los jubilados.
En resumen, el decreto del gobierno argentino que modifica la fórmula de actualización jubilatoria ha generado preocupación y críticas debido a su impacto en el poder adquisitivo de los jubilados. La medida, que no contó con el aval del Congreso, plantea un escenario de incertidumbre y deterioro en los ingresos de quienes dependen de la jubilación para vivir.
Precios al galope: Enero cierra con una inflación del 20,6%, agravando la situación económica y poniendo en jaque el bienestar de los argentinos.
El Indec informó que el Índice de Precios al Consumidor (IPC) alcanzó un preocupante 20,6% en enero, manteniendo la tendencia de dos dígitos. La inflación interanual se sitúa en un alarmante 254,2%, dejando en evidencia la profunda crisis económica que atraviesa el país.
Rubros afectados
Los rubros que sufrieron mayores aumentos en enero fueron Bienes y servicios varios, con un 44,4%, seguido de Transporte con un 26,3% y Comunicación con un 25,1%. La quita de subsidios al transporte, impulsada por el Gobierno de Javier Milei, ha tenido un impacto directo en el bolsillo de los argentinos, con aumentos en el boleto que aún no se han reflejado por completo en las estadísticas.
Pronósticos y realidad
Las consultoras privadas estimaban una inflación del 21,9% para enero, lo que indica una subestimación de la realidad económica por parte de los analistas. Para febrero, se espera una inflación del 18%, con una proyección anual del 227%.
Impacto en las familias
En la Ciudad de Buenos Aires, la inflación de enero alcanzó el 21,7%, afectando especialmente a los sectores más vulnerables. La Canasta Básica Total (CBT) aumentó un 27%, lo que significa que un grupo familiar necesitó ingresos por $ 495.798 para no ser considerado en situación de pobreza. La Canasta Básica Alimentaria (CBA) subió un 30,1%, elevando el umbral de ingresos para no caer en la indigencia a $ 240.678.
Ante esta situación, se hace evidente la necesidad de políticas económicas que protejan el bolsillo de los argentinos y promuevan la justicia social, reivindicando la presencia activa del Estado como ente regulador y promotor del bienestar social.
El sorpresivo batacazo electoral de la versión nacional del neofascismo de
la mano de una organización política casi sin antecedentes, liderada por
un outsider ultraliberal y una abogada negacionista, compuesta por
cuadros técnicos y políticos semi retirados del menemismo y del
conservadurismo provincial, más un conjunto variopinto que incluye
terraplanistas, cosplayers, influencers, reivindicadores de la
dictadura, nazis confesos, operadores de bitcoins y tarotistas sin
ninguna experiencia previa en asuntos gubernamentales, dicho esto sin
ningún ánimo peyorativo, es solo una descripción, aliado posteriormente
a la destilación más ultraconservadora de la representación política del
capital concentrado desconcertó a la sociedad política así como a los
cientistas sociales no solo argentinos sino del pensamiento académico
internacional.
Las líneas de análisis más desarrolladas en el leve interregno entre
el primer triunfo electoral en agosto y hoy son dos. La primera,
acerca de las causas, se centra en las nuevas demandas no atendidas
por la sociedad política, en el medio del empate hegemónico que vive
la sociedad argentina desde hace más de medio siglo, y por otro, el
consecuente triunfo de la alianza descripta por fuera de la disputa
hegemónica tradicional donde se aunaron una fracción desgajada del
bloque popular que no fue contenida por las representaciones
institucionales tradicionales de dicho conglomerado, sindicatos,
cooperativas, movimientos sociales y agrupamientos de pequeñas y
medianas empresas que se aunó con la fracción más rentística del
bloque de capital concentrado detrás de un conglomerado outsider
como el descripto. La segunda, que trata sobre las consecuencias
indaga fundamentalmente acerca de la viabilidad política y
gubernativa de esta alianza que tiene una representación
parlamentaria sumamente exigua y no posee control territorial y cuyo
desempeño, hasta la fecha, ha sido el de alterar radicalmente el
soporte institucional del estado argentino y ha enunciado propósitos
refundacionales de largo plazo.
Uno de los análisis más claros y contundentes, formulado en agosto
cuando un gobierno ultraderechista era todavía una hipótesis fue una
sintética exposición del politólogo Andrés Malamud, de la portuguesa
Universidad de Coimbra que, abrevando en la linea de la inviabilidad
de un eventual poder ejecutivo encabezado por Javier Milei, destacó
la situación de exigua capacidad de hacer aprobar leyes en el poder
legislativo, donde en la mejor de las situaciones se encontraría en
una minoría muy acentuada, dada la inviabilidad de su propuesta
sumada a su escasa propensión al diálogo institucional producto, a
su vez de la inexperiencia de la mayor parte de su colectivo. Y
sugirió el espejo de Perú, y, concretamente, las administraciones de
Pedro Castillo y Alberto Fujimori como ejemplos de la probable
deriva de una eventual administración sin antecedentes y con
minorías tan exiguas en el Congreso. El primero, un maestro rural de
izquierda destituido y preso por el parlamento peruano luego de no
haber podido prácticamente ejercer su mandato. El segundo, un
ingeniero tecnócrata sin antecedentes en la política y que parece
tener muchos más puntos de contacto con la ultraderecha argentina,
ganó las elecciones, propició un paquete de medidas apenas asumido
conocido como el fujimorazo y, ante el impedimento del poder
legislativo, propició un autogolpe y gobernó en forma dictatorial.
Por lo que, pese a sus limitaciones previas, pudo ejercer
efectivamente el poder por diez años hasta que fue destituido por
diversas causas de corrupción y delitos de lesa humanidad.
En ese largo y oscuro período el Perú fue sometido a una serie de
transformaciones estructurales que alteraron la vida cotidiana de su
sociedad aplicando un recetario neoliberal en el marco de un cambio
del modelo de acumulación del país, cuyo eje pasó a ser la
capitalización privada de la renta minera. Esto, por supuesto, con
una inaudita violencia física y económica de carácter genocida que
rediseñó las pautas de convivencia de la sociedad peruana. Esto
incluyó, por supuesto, la estigmatización y persecución de los
pueblos indígenas Situación que, a posteriori y todavía hoy, sigue
impregnando a la situación de nuestro hermano latinoamericano y
cuyos estertores pueden encontrarse, por ejemplo, en las recientes
manifestaciones reprimidas violentamente por Dina Boluarte,
gobernante de facto sucesora de Pedro Castillo, que tuvieron como
epicentro la región de Cuzco. Mientras tanto el fujimorismo se
transformó en una minoría intensa que perdió 3 elecciones sucesivas
con su líder preso durante 17 años y liberado ¿casualidad? dos días
antes de la asunción presidencial de Javier Milei.
Como Bolsonaro en Brasil, por poner un ejemplo reciente, los
outsiders presentan ventajas para las clases dominantes en momentos
de transición respecto de los políticos provenientes de los partidos
tradicionales. La primera es que son más propensos a saltarse los
mecanismos institucionales de una democracia dado su escaso
compromiso con el sistema político entre ellos la aplicación de la
violencia física y económica. La segunda es que son fácilmente
influenciables por las clases dominantes dada su falta de cuadros
con capacidad gubernativa. Y la tercera, que es la más importante,
es que son baratos y descartables, una vez que cumplieron las tareas
sucias para los sectores beneficiados. Fujimori salió en libertad
pero puede volver a prisión en cualquier momento pese, incluso, a
los esfuerzo de su facción Y tal parece que el ex mandatario
brasileño va a seguir un camino parecido.
La cuestión central a responder en Argentina 2024 es cuales son los
cambios en la forma de acumulación que piden un outsider de
semejante precariedad para ser efectuados. La respuesta no parece
ser sencilla, pero se puede vislumbrar una hipótesis. Detrás de las
aparentes nuevas demandas sociales hay un cambio mucho más profundo
en ciernes y es el peso creciente de la renta petrolera en
detrimento de la renta agraria como fuente de capitalización de la
economía argentina y en donde el paralelo con el caso peruano, ahora
sí, deja de ser solo de figuras políticas.
Desde su constitución hasta hoy los mecanismos del estado nacional
están diseñados en torno de la renta agraria. Desde la
nacionalización de la Aduana y la transformación de la ciudad de
Buenos Aires en distrito federal, pasando por la conquista del
desierto, hasta la actual puja por las retenciones y la función del
bloque agrario como proveedor de divisas en una economía
bimonetaria, la agenda de la sociedad política y la constitución de
los bloques hegemónicos tienen como eje central la absorción de la
renta agraria y su destino como capital económico.
Desde el punto de vista conceptual la capitalización de la renta
agraria es distinta a la de la petrolera básicamente por la
naturaleza de sus actividades, lo que lógicamente repercute en la
organización social que se forma en torno a su producción,
distribución y consumo. El lector que llegó hasta aquí deberá tener
un poco de paciencia con la exposición económica a continuación. Las
principales diferencias son:
1. La actividad agropecuaria se hace sobre la base de un recurso
renovable. En el caso de Argentina, tal como lo señala el texto
clásico de Sábato y Schwarzer el ciclo de negocios es mucho más
corto, anual, lo que hace que la orientación comercial de corto
plazo sea mucho más determinante en la toma de decisiones que en el
caso de los cultivos plurianuales así como el tamaño de viabilidad
económica de los establecimientos necesita de escalas y volumen de
producción menores. De ahí, la cantidad de pequeñas propiedades que
caracterizan a la posesión de la tierra en lugares como la Pampa
Húmeda o las llanuras estadounidenses que producen los mismos
cultivos de clima templado. En tanto, la actividad petrolera se hace
sobre la base de un recurso no renovable donde el poseedor de la
tierra, sea estatal o privado, puede obtener mayores rentas
absolutas a partir de la retención del producto.
2. El grado de dispersión territorial. La actividad agropecuaria se
realiza sobre una superficie mucho más amplia y sobre fronteras
móviles en tanto que la petrolera se realiza sobre superficies mucho
más restringidas. Consecuentemente: a. La producción ganadera y
agrícolas emplea, directa e indirectamente más personas que la
petrolera y b. La renta diferencial, es decir, la derivada de la
diferencia respecto de la tierra peor es mucho más determinante en
el agro y en la ganadería que en el petróleo.
3. La concentración económica. Debido al monto de inversión y al
riesgo asociado, sobre todo el de la etapa de exploración, la
cantidad de capital necesario para iniciar la explotación de
petróleo es mucho mayor que el de la actividad agropecuaria.
Consecuentemente, el tamaño medio de las empresas es notablemente
mayor. El arrendatario petrolero es, en muchos casos, perceptor de
parte de la renta de la actividad, por lo que la unidad de renta
absoluta del propietario de la tierra es mucho menor debido a la
asimetría en el poder de negociación entre ambas partes.
4. El régimen de propiedad. En la actividad agropecuaria el
propietario es, en casi todos los casos, una persona física o
jurídica privada. En la mayor parte de los países petroleros, con la
casi solitaria excepción de los Estados Unidos, los derechos de
propiedad del subsuelo están en manos de los estados, precisamente,
para equilibrar el poder de negociación, por un lado y regular la
extracción de un recurso no renovable, por el otro. En el caso de
Argentina, debido a la reforma constitucional de 1994, los estados
provinciales son los propietarios del subsuelo lo que reduce ambos
objetivos.
De lo expuesto se desprende que un estado organizado en torno de la
captación de renta de la actividad petrolera tiene que tener un
poder de regulación mucho mayor que en el caso de la actividad
agropecuaria. De no ser así, las consecuencias de concentración
económica, sumado a las externalidades ambientales y sociales pueden
derivar en una sociedad con un grado de desigualdad de poder e
ingresos mucho más relevante que en el caso de las sociedades
organizadas en torno de la actividad agropecuaria. El caso noruego
constituye en este aspecto un ejemplo del buen empleo de la
captación de la renta petrolera, mientras que las monarquías del
Golfo son, por el contrario, un caso típico de concentración y
centralización del poder económico y político.
Argentina 2024 está en una encrucijada dado que posee un estado
organizado para captar renta en forma indirecta que además está
atravesado por medio siglo de la disputa hegemónica descripta al
principio de este artículo. En una primera instancia, cabe deducir
que el bloque de poder concentrado se ve reforzado en el presente
por la presencia de las representaciones del segmento petrolero.
Pero también hay que decir, que puede y debe esperarse un marco de
disputa importante del colectivo petrolero con los segmentos
agrarios y financieros en el rol estratégico de proveedor de divisas
que, en el marco de una economía bimonetaria, asume el rol
potenciado de emisor alternativo de la moneda que se utiliza en la
cotidianeidad económica del país en tanto reserva de valor. Lo que
avizora, claramente, dos frentes de conflicto uno, la ya citada y
tradicional disputa inter-hegemónica y otra al interior del bloque
de poder concentrado.
Hasta aquí el panorama conduce inexorablemente hacia el subdesarrollo
económico y social si no fuera por dos razones fundamentales que se
encuentran intrínsecas en el propio aparato administrativo del
estado. Por un lado, la ya mencionada propiedad del subsuelo. Por
otro, el liderazgo de una empresa estatal como YPF en la cadena de
valor de la industria petrolífera con una alta capacidad
institucional y el mejor know how, lejos, en el territorio nacional.
Estos elementos, de ser capitalizados por el bloque popular pueden
inclinar la balanza a favor de Argentina-Noruega.
Por el contrario, el modelo de concentración económica ejemplificado
en países como Arabia Saudita, que en nuestro país se traduciría
como la primarización de la economía con un triunfo del bloque
dominante que resuelva de ese modo su disputa con el conglomerado de
las representaciones institucionales del bloque popular requiere de
un grado de violencia física y económica de proporciones inauditas.
En este caso el acceso al poder del colectivo representado por
Milei-Villarruel puede representar la forma más barata y desechable
de aplicar las recetas dictadas por el bloque dominante para
resolver este conflicto dada su propensión a la violencia y su
escaso apego a los mecanismos democráticos de resolución de
conflictos citado al principio de este artículo. En este aspecto, la
intensidad de los métodos violentos para la transformación del
estado sería mucho mayor que en el caso de Fujimori dado que en el
Perú de la década del 90 no había, ni por asomo, el grado de
industrialización y de organización popular con el que cuenta la
Argentina de hoy. Ese es el peligro que enfrenta hoy la sociedad.
En este escenario, el bloque popular debería tener una estrategia de
construcción hegemónica mucho más sofisticada, que incorpore los
elementos descriptos a fin de utilizar la capitalización de la renta
petrolera para desarrollar definitivamente el país. Para ello será
condición necesaria atacar frontal e inteligentemente a las
políticas de reconfiguración socio económica de la actual
administración reagrupando las diferentes fracciones del bloque
popular, aún las actualmente desgajadas, para lo cual sus
representaciones institucionales deberán presentar una estrategia de
escucha y propuesta que estuvo notablemente ausente en la
administración anterior, para pasar luego a la etapa de propuesta de
gobernabilidad estatal sustentada materialmente en la nueva riqueza
agro petrolera. Antes de que sea tarde.