“Catamarca se ha convertido en refugio de desposeídos”, tituló
El
DIARIO LA UNIÒN DE CATAMARCA, la nota escrita por el periodista Roberto Antonio
Vera
desafiando a los genocidas, actitud de inmensa valentía y gran riesgo en esos
tiempos de los 70`s.
Vera, colega del interior, del gran norte, logró que el Diario La Unión de
Catamarca
publicara en tapa, un episodio que hubiera quedado en la oscuridad del olvido.
En la madrugada del 17 de julio de 1977, en plena ferocidad de la dictadura
cívico,
militar, eclesial, un grupo de policías bajo las órdenes de Antonio Domingo
Bussi,
gobernador de facto tucumano, trasladó a 25 personas a la vecina provincia de
Catamarca , para mejorar el paisaje. Los mandaron a morir.
Algunos ciegos, otros discapacitados motrices, varios con discapacidades
mentales,
parias…. fueron arrojados desde un camión militar, abandonados en un descampado
en
pleno invierno, sin abrigo, sin agua ni comida. Otra forma de desaparecer al
diferente.
La cacería duró tres días. Fue una siembra humana de vagabundos en zonas
inhóspitas y
heladas, entre el Bañado de Ovanta y la Cuesta del Totoral.
Sólo un psicópata , característica central de los que decidían quién vivía y
quién
moría, pensó que la deportación de los miserables iba a disimular la pobreza de
una
provincia bajo fuego.
Cinco policías, dos de civil y tres de uniforme, se encargaron de cumplir las
órdenes
de arrojarlos en el monte. No bajaron a todos juntos en un solo lugar, sino que
fueron dejándolos en grupos de dos o tres separados cada 20 o 30 kilómetros de
distancia. La estrategia policial buscaba que no pudieran regresar, que
perdieran la
noción del tiempo en un camino desconocido por ellos. El episodio se conoce como
los
mendigos de Bussi.
Esto ocurrió poco antes de una visita protocolar a Tucumán del presidente de
facto,
el genocida Jorge Rafael Videla. Tal vez para impresionarlo con la inmaculada
Tucumán, sin seres humanos fuera de norma y con la pulcritud y orden propia de
los
cuarteles.
El gobernador militar tucumano Bussi, de quien ya habíamos hablado la semana
pasada,
calificado como un maniático de la limpieza y un feroz exterminador de
disidentes
como lo imponía la dictadura en este caso, o en todos los casos cuando se trata
de
eliminar a quien piensa distinto, a quien se manifieste, a quien reclame
derechos,
amordazando la palabra, sean regímenes militares o pseudo democracias
fascistoides.
El problema siempre es ese otro distinto, como objeto de odio, como deshecho,
convertido en alguien que sobra.
Casi 30 años después (2004) el Gran escritor tucumano, Tomás Eloy Martínez, autor
de
la Novela de Perón, Santa Evita, entre otras , toma este tema, y escribe un
texto
para el diario la Nación donde relata el episodio con detalles. Habló de
aquellas
pérdidas “A casi todos ellos se los tragó el infierno del desierto –escribió-.
Uno
de los seis o siete que sobrevivieron, contó como uno de ellos enloqueció de sed
y
murió al internarse en el Salar de Pipanaco, veinte kilómetros al sur de donde
lo
habían abandonado, confundiendo la blancura candente de la sal con las aguas del
paraíso terrestre”.
Antonio Bussi inició una demanda por calumnias e injurias contra el autor de la
nota
y reclamó el pago de $ 100.000, un montón de guita en aquellos tiempos. Intentó
negar toda responsabilidad. Y dijo que, “lejos de tratarse de lisiados,
tullidos,
ciegos y locos”, los desamparados eran, “en su gran mayoría, contraventores de
disposiciones municipales y prófugos crónicos de centros asistenciales”.
Argumentó
además que fueron los propios policías, que actuaron en un exceso de celo, y que
decidieron llevarlos para “resolver el problema desplazándolo más allá de la
frontera.
Durante el juicio, Bussi dijo textualmente que “estas personas alteraban el orden
con
sus cacharros, sus muñones y su mugre, golpeando tachos, molestaban a las
mujeres. Y
en un momento un policía en un exceso de celo actuó y los limpió”.
En su crónica, Tomás Eloy Martínez apuntó a Bussi como responsable mayor de
aquella
locura y lo llamó pequeño tirano. “Aunque el ex gobernador aceptó en su momento
escudarse en la ley de obediencia debida , se declaró ofendido por la atribución
de
una culpa que, según él, era de sus subordinados”.
En el juicio por calumnias e injurias, la Justicia falló en contra del gobernador
genocida. Sin embargo, el militar retirado nunca pagó las costas del proceso
penal.
Pasaron los años hasta que, el 28 de agosto de 2008, el propio Bussi fue
enjuiciado y
condenado por crímenes de lesa humanidad.
ADN Popular les devuelve el nombre , el apodo como eran conocidas las víctimas:
Pachequito, Vera, el Loco Perón, la Alemana, Mannix, Satélite, Julito, El loco
Plaza, entre tantos otros mendigos tucumanos desplazados y reconocemos el coraje
del
periodista Roberto Vera, ya fallecido , quien hizo honor a su oficio, poniendo
palabras cuando las palabras eran riesgo de vida.
Hay espejos en los que no queremos reflejarnos, hay nostálgicos que sueñan con
sobras
humanas, ya sin fusilamientos ni desapariciones. Todo se resuelve desde esa
porción
del Poder Judicial, con sus cómplices de los grandes grupos económicos , de los
medios hegemónicos y de los angurrientos representantes imperiales y de los que
detentan el poder real.
Nosotres, les laburantes, los desocupados, las enfermas, los altos, las bajas,
los
flacos, las gordas, los y las trans, las diversidades, no sobramos.
Y como todo tiene que ver con todo… que ese todo trágico y despótico no vuelva
….NUNCA MÁS.